Subscribe

Introducción a “El Pacifismo como Patología”

Prefacio a la edición del 2007 de la publicación de Ward Churchill Pacifismo como Patología (Pacifism as Pathology) por Derrick Jensen

Este libro extraordinariamente importante, va al corazón del asunto sobre la razón fundamental por la que los movimientos de justicia social y medio ambiente siempre fracasan. La pregunta fundamental en cuestión es: ¿se puede usar la violencia como una herramienta aceptable para ayudar a traer el cambio social? Esta es quizá la pregunta más importante de nuestro tiempo. Aun así, cae en discusiones que terminan en clichés y pensamiento mágico: que de alguna manera, si somos los suficientemente buenos y amables, las personas en el Estado dejarán de usar violencia para explotarnos a todos. Sería una realidad muy conveniente de ser cierto, pero por supuesto que no lo es.

Éste es un libro necesario, un libro que se vuelve más necesario con cada día que pasa. Realmente nuestras espaldas están contra la pared. La cultura dominante está matando al planeta. Noventa por ciento de los grandes peces en los océanos han desaparecido. Las junglas amazónicas podrían entrar en un declive permanente dentro de un año. Cada arroyo en los Estados Unidos ha sido contaminado con cancerígenos. Esto no debería de sorprendernos, ya que la leche materna de cada madre en el planeta—humana o no-humana— ha sido contaminada con cancerígenos. El calentamiento global se acelera, con una posibilidad muy real de dejar al planeta esencialmente inhabitable, y la respuesta de las personas en el poder dicen que esta manera de vivir—esta manera de vivir que está matando al planeta, que comete genocidio contra cada cultura indígena que enfrenta, que degrada y empobrece la gran mayoría de humanos, que en esencia se basa y requiere de cada una de estas cosas— no es negociable.

Al mismo tiempo, los esfuerzos de aquellos de nosotros que estamos luchando contra el sistema son insuficientes. Esto es obvio o no estaríamos perdiendo. Las tasas de deforestación no continuarían acelerándose, los océanos no continuarían siendo asesinados, las comunidades indígenas no continuarían siendo masacradas o despojadas de sus tierras.

¿Qué vamos a hacer? Con todo el mundo en cuestión, ya era hora de que pusiéramos todas nuestras cartas en la mesa.

Éste es un libro necesario, un libro que se vuelve más necesario con cada día que pasa.

En este libro, Churchill deja en claro que muchas de las afirmaciones que da el pacifismo van en contra de la realidad. Por ejemplo, Gandhi es frecuentemente usado para ilustrar cómo un pacifista ha logrado su objetivo. Pero el éxito de Gandhi (que tal como fue, uno puede argumentar que el pueblo de la India no ganó realmente la revolución, pero en su lugar Coca-Cola y Microsoft la han ganado, al menos por ahora) llegó después de una lucha de cien años—a menudo violenta— por la independencia de la India. Incluso muchos indios consideran que Gandhi diluyó la ira india contra los británicos en una fuerza más manejable de manera tal que los británicos no tuvieran tanto miedo.

De la misma manera, nos debemos preguntar cuánto habría logrado Martin Luther King Jr. si no fuera por los afroamericanos que tomaron las calles, en muchos casos con armas. Esta pregunta no se levanta lo suficiente. Churchill señala algunas de las razones por las que falla este discurso.

Por supuesto que Churchill no aboga por violencia ciega sin razón. Él argumenta contra la no-violencia ciega y sin razón.

¿Quién, además de los pacifistas dogmáticos y aquellos en el poder, podrían tener un problema con eso?

Aquellos en el poder son insaciables. Harán lo que sea—mentir, engañar, robar, matar— para incrementar su poder.

El sistema recompensa esta acumulación de poder. La requiere. El sistema es por sí mismo insaciable. Requiere crecimiento. Requiere la explotación de recursos en mayor aumento, incluyendo los recursos humanos.

No se detendrá porque se lo pidamos amablemente; de ser así ya se habría detenido desde hace mucho tiempo cuando indios y otros indígenas les pidieron amablemente a los miembros de esta cultura que detuvieran el robo de sus tierras. No se detendrá porque sea la acción correcta por tomar, de ser así nunca lo hubieran tomado desde un principio.

No se detendrá mientras exista algo que puedan explotar. No puede detenerse.

“Bienvenido al fin del mundo”.

Este libro, más que cualquier otro, quita el misterio y desmantela el pacifismo dogmático: lo muestra por lo que en verdad es. Es una tarea especialmente crucial dada la opresión del pacifismo dogmático sobre la llamada resistencia, en particular en los Estados Unidos, pero de manera más general en las naciones industrializadas. Como lo declara Churchill desde el inicio de su ensayo: “El pacifismo, la ideología de la acción política no-violenta, se ha vuelto axiomática y traumatizante pero universal entre los elementos más progresistas de las corrientes contemporáneas populares en Norte América.” Esta opresión es especialmente desafortunada dado que, como Churchill afirma a continuación, “Promete que siempre pueden ser trascendidas las duras realidades del poder del estado a través de los sentimientos nobles y la pureza de los propósitos, en lugar de la defensa personal y recurrir al combate. Los pacifistas repiten sin fin que la negatividad del corporativismo moderno fascista se atrofiará a través de su eventual abandono y negligencia una vez que exista una visión social lo suficientemente positiva para tomar su lugar… Conocida en la Edad Media como alquimia, la insistencia en la repetición de temas insubstanciales y experimentos fallidos para lograr un resultado deseado, se ha atribuido al mundo de la fantasía desechado por todos excepto por los más deseosos o los cínicos (que la usan para manipular a la gente)”.

Por supuesto, aquellos que dicen que este modo de vida no es negociable—o aquellos que no lo dicen, pero que actúan como si este modo de vida no es negociable—están equivocados. Han confundido variables dependientes e independientes: este modo de vida—cualquier modo de vida— es y debe estar basado en un territorio de sustento saludable (las tierras, ríos y mares que proveen de vida a todos los organismos). Sin un territorio de sustento saludable no se tiene nada. Aquellos en el poder pueden soñar todo lo que quieran con alguna oscura distopía capitalista tecnológica—e igualmente nosotros podemos fantasear todo lo que queramos sobre una utopía ecosocialista llena de amor y gran música—pero eso no importa si no puedes respirar el aire o beber el agua. Todo sale de nuestro territorio de sustento: todo lo demás es la variable dependiente de la variable independiente que es nuestro territorio de sustento. Sin territorio de sustento no hay una posibilidad de vivir. De hecho, la ausencia de territorio de sustento equivale a la ausencia de vida.

Es así de sencillo.

Desafortunadamente, la sencillez o complejidad no son el punto, nunca lo han sido. Los problemas que enfrentamos no son y nunca serán retadores cognitivamente: no son problemas racionales que nos desconcertarán en el camino. De hecho, los problemas que enfrentamos no son del todo racionales, y creer que sí lo son forma parte del problema, porque creer que sí lo son es creer que son corregibles a través de soluciones racionales: “si sólo lo pensamos lo suficiente, y si desarrollamos el caso de manera suficientemente persuasiva, nosotros podemos convencer (léase: rogar) a aquellos en el poder de detener el comportamiento explotador y destructivo que caracteriza esta cultura y por la que son extremadamente bien recompensados”.

Bueno, vamos a probar esto: ¿acaso habría servido de algo establecer reunión tras reunión con Hitler en la que le presentáramos toda serie de explicaciones racionales de por qué no debería ordenar la exterminación de los judíos o la invasión de Unión Soviética? Muchas personas lo intentaron. No funcionó. Seguro, miembros de la resistencia alemana mantuvieron muchas reuniones intentando convencer a otros que se les unieran. Pero su propósito no era reclutar más personas para intentar hablar con Hitler y hacerlo cambiar de parecer. Su propósito era reclutar a esas personas para remover a Hitler y a los Nazis del poder.

O intenta esto: informe reciente tras informe reciente sobre los siglos XVII y XVIII demuestran que las llegadas constantes de disertadores de los colonizadores blancos buscaban unirse a los indios. Como J. Hector St. John de Crevecoeur comentó en sus cartas a un granjero americano:

“Debe haber entre los indios un lazo social especialmente cautivador y por mucho superior al que usamos entre nosotros; ¡por cada mil europeos hay mil indios, y no tenemos ningún ejemplo de ni uno solo de estos aborígenes que decida volverse europeo! Debe haber algo muy especial en sus maneras, algo indestructible y marcado por las propias manos de la naturaleza. Toma a un niño indio, dale la mejor educación posible, llénalo con recompensas, con regalos, incluso riquezas, aun así, deseará en secreto sus bosques nativos, los que uno pensaría habría olvidado desde hace mucho; y en la primera oportunidad que pueda tener, lo verás voluntariamente abandonar todo lo que se le ha dado y regresar con alegría inexpresable a tenderse sobre las alfombras de sus padres”.

Así lo expresó Benjamín Franklin:

“Ningún europeo que haya probado la vida salvaje puede después aguantar regresar a la vida en nuestras sociedades”.

También escribió:

“Cuando un niño indio ha sido criado entre nosotros, se le enseña nuestro lenguaje y es habituado a nuestras costumbres, aun así, si va a ver a sus familiares y amigos en una excursión india, no hay manera de persuadirlo de que regrese, y eso no es natural para sólo los indios, pero como hombres, es muy claro que cuando personas blancas de cualquier sexo han sido tomadas como prisioneros jóvenes por los indios y han vivido con ellos, aunque se les dé un rescate de parte de sus amigos y sean tratados con una inimaginable amabilidad para que decidan permanecer entre ingleses, en poco tiempo se tornan asqueados con nuestras maneras de vivir, y con los cuidados y dolencias necesarias para mantenerlas y aprovechan la primera oportunidad para escapar de regreso a los bosques, de donde ya no se les puede reclamar”.

Estas descripciones son comunes. Cadwallader Colden escribió en 1747 sobre blancos capturados por indios:

“Ni argumentos, ni persuasión, ni con las lágrimas de sus amigos ni de sus parejas, se podrían convencer muchos de ellos para abandonar a sus nuevos amigos indios y conocidos indios; muchos de ellos que, por las caricias de sus parejas, los persuadieron de regresar a casa al poco tiempo comenzaban a cansarse de nuestra manera de vivir y volvían corriendo de nuevo a los indios y terminaban sus días entre ellos. Por otro lado, los niños indios han sido cuidadosamente educados entre ingleses, vestidos y educados, aun así, yo creo que no hay instancias de que alguno de ellos, después de que se les otorgara la libertad de regresar con su gente, y haber logrado la mayoría de edad, permanecerían con los ingleses, pero regresaban a sus propias naciones y se apegaban a las maneras de vidas de los indios como si fueran aquellos que desconocían las maneras de vida civilizadas”.

En los intercambios de prisioneros, los indios corrían gozos de vuelta con sus familias, mientras que los cautivos blancos debían ser atados de manos y pies para que no regresaran con sus captores indios.

Haciendo frente a estas deserciones, enfrentándose con estas otras culturas que tenían algo “por mucho superior a lo que usamos entre nosotros”, una acción razonable hubiera sido sencillamente aceptar las deserciones. Otra hubiera sido transformar la propia manera de vivir para que se pareciera más a la de los otros, hacer la cultura propia tan atractiva que las deserciones se hubieran detenido. Por supuesto que esas no fueron las decisiones seguidas. La decisión ha sido y continúa siendo eliminar las opciones, exterminar a los indígenas y robarles sus territorios.

Veamos más de la irracionalidad que caracteriza a esta cultura: ahora mismo muchos gobiernos mundiales gastan más dinero en subsidiar las flotas pesqueras que lo que vale la captura pescada. Con los impuestos pagados, los contribuyentes pagan que se vacíen los océanos.

Y más: ahora mismo los EU gastan más de 1,000 millones de dólares al día en el ejército: lo que significa que pagan para asesinar seres humanos. Mil millones de dólares podrían pagar la colegiatura de cinco millones de niños en el tercer mundo para que atendieran al colegio por un año. Lo que los EU gastan en matar personas durante cinco días, podría usarse para proveer de agua potable a cada ser humano en el planeta al que le hace falta. Excluyendo las adquisiciones de terrenos, el gobierno de los EU gasta menos en esfuerzos de recuperación de las especies en peligro de extinción de lo que gasta en el ejército en doce horas.

Más aspectos irracionales. Estudio tras estudio ha revelado que dentro de esta cultura una de cada cuatro mujeres es violada en su vida y otro diecinueve por ciento debe defenderse de intentos de violación. Las mujeres que conozco dicen que estas cifras son mucho más altas y que ambas son equiparables. ¿Qué dice esto sobre la racionalidad o nuestra capacidad de desarrollar alguna racionalidad dentro de esta cultura? Las violaciones no son racionales ni razonables sin importar las historias que los violadores puedan decirse a sí mismos para justificarlo.

O quizás, desde cierta perspectiva, todo esto es racional. El psiquiatra R.D. Laing dejó en claro que si uno entiende las experiencias de las personas, uno es capaz de comprender su comportamiento: las personas actúan de acuerdo a su experiencia del mundo. Hasta ahora, todo esto parece claro. Pero, ¿qué dice de aquellos en el poder de quienes su experiencia del mundo los lleva a buscar incesantemente a nuevas personas para explotarlos?

Para contestar eso debemos hablar sobre la psicopatología. Se puede definir a un psicópata como una persona capaz de provocar un daño sin sentir remordimiento: “estos individuos son impulsivos, insensibles a las necesidades de otros e incapaces de anticipar las consecuencias de su comportamiento, seguir metas a largo plazo o tolerar la frustración. El individuo psicópata es caracterizado por la ausencia de sentimientos de culpa y ansiedad que normalmente acompañan los actos antisociales”. El Dr. Robert Hare, que ha estudiado por mucho tiempo a psicópatas, deja claro que “entre las características más devastadoras de la psicopatología hay un cruel desdén por los derechos de otras personas y una propensión a comportamientos violentos y depredadores. Sin remordimientos, los psicópatas utilizan el carisma para explotar a los demás y obtener una ganancia. Carecen de empatía y un sentido de responsabilidad y manipulan, mienten y engañan a otras personas sin considerar los sentimientos de nadie”.

¿Suena familiar?

Uno no puede remediar el comportamiento abusivo o psicopatológico utilizando medios racionales, aunque pueda ser de interés para los psicópatas o abusadores que lo creamos así. (Como el autor Lundy Bancroft ha hecho notar, “destaca como un hombre abusivo funciona igual que un mago. Sus trucos dependen principalmente de que concentres tu atención en la dirección equivocada, distrayéndola para que no notes donde se encuentra la acción real… Él te guía en un laberinto intricado, haciendo de tu relación con él un enredo de vueltas retorcidas. Quiere concentrar y manipular tu atención como un enigma que desees resolver, como si fuera una máquina fantástica que está descompuesta para la cual sólo necesitas buscar y reparar las piezas rotas y así lograr traerle su máximo potencial. Su deseo, aunque no lo admita para sí mismo, es que te rompas la cabeza de esta manera para que notes los patrones y la lógica de su comportamiento, la conciencia detrás de su locura”. Y, ¿acaso esto no suena también familiar?).

El comportamiento grotescamente explotador no es algo que deba ser “resuelto”. Es algo que debe ser detenido. Lo cual nos regresa al libro. Demasiadas veces he escuchado que Ward describe a la cultura dominante como el personaje ficticio Hannibal Lecter de la película El Silencio de los Inocentes; refinado, urbano, sofisticado y un psicópata caníbal, “uno está atrapado con el psicópata”, He escuchado a Churchill decir que “y yo también estaré en el menú. La pregunta es: ¿qué vas a hacer al respecto?”.

¿Qué vas a hacer al respecto?

En mi vida he estado en algunas relaciones que clasificaría como emocionalmente abusivas. Me tomó años entender esta lección muy importante: no se puede discutir con un abusador. Siempre vas a perder. Es más, has perdido desde el momento en que empieces la conversación (o más precisamente cuando empieces a responder a sus provocaciones). ¿Por qué? Porque hacen trampa. Porque mienten. Controlan el marco de referencias de todo “debate”, y si te desvías de su guion, te lastimarán hasta que retomes el hilo. (Y por supuesto esto sucede por igual a escalas mayores.) Si esto sucede lo suficientemente a menudo ya no te tienen que herir, ya que no te pasarás de la raya. Y si esto realmente sucede por un tiempo prolongado, inventarás una filosofía o una religión que te haga sentir virtuoso si no te sales de la línea. (Y por supuesto que esto vuelve a suceder a escalas mayores.)

Otra razón por la que uno siempre pierde cuando discute con un abusador es que son excelentes elaboradores de ataduras dobles. Una atadura doble es una situación donde si eliges la opción A, pierdes, si eliges la opción B, vuelves a perder y no puedes resignarte.

La única manera de enfrentar las ataduras dobles es deshaciéndolas. Es la única manera para liberarte de las ataduras dobles. Una de las acciones más astutas que realizaron los Nazis fue lograr que a cada paso que daban contra los judíos, convencerlos de que actuarían a favor de sus intereses si no oponían ninguna resistencia. Muchos judíos tenían esperanzas—una esperanza cultivada por los Nazis—que si seguían el juego, si obedecían las nuevas reglas impuestas por los poderosos, sus vidas no empeorarían, que no serían asesinados. ¿Portarías una tarjeta de identidad, o prefieres oponer resistencia y posiblemente ser asesinado? ¿Te mudarías a un gueto (reserva, campo de explotación o lo que sea) o prefieres oponer resistencia y posiblemente ser asesinado? ¿Subirías a un camión de ganado o prefieres oponer resistencia y posiblemente ser asesinado? ¿Preferirías tomar una ducha o prefieres oponer resistencia y posiblemente ser asesinado?

Pero les diré algo de crucial importancia: los judíos que participaron en el levantamiento del gueto de Varsovia, incluyendo aquellos que emprendieron misiones que pensaban eran suicidas, tuvieron una mayor probabilidad de sobrevivir que aquellos que obedecieron. Nunca olvides eso.

La única manera de deshacer una atadura doble es destruyéndola. Nunca olvides eso también. Recientemente volví a contactar un viejo amigo. En los años que pasaron desde nuestro último encuentro resultó que se había vuelto un pacifista. Él cree que es posible convencer a cualquiera si uno elabora una argumentación lo suficientemente convincente.

—¿A caso podrías cambiar a Ted Bundy? — le pregunté (Ted Bundy confesó haber matado más de 30 mujeres y se cree que asesinó más de 100).

—Él está muerto. — me respondió.

—Cuando él todavía vivía.

—A bueno… No.

—¿Y Hitler? — Mi amigo permaneció en silencio.

Continúe —Gandhi lo intentó. Le escribió una carta pidiéndole que se detuviera. Se sorprendió cuando Hitler decidió no escucharlo.

—Aún creo que en la mayoría de los casos uno puede lograr un acuerdo con la gente. — me insistía.

—Seguro, eso funciona con la mayoría de las personas. Pero supongamos que alguien quiere algo que tu posees y que hará lo que sea con tal de obtenerlo, ¿Qué harías?

Al momento estaba pensando en las palabras del hombre de Oglala llamado Nube Roja, quien habló de la insaciabilidad y los abusos de los miembros de la cultura dominante: “Nos hicieron muchas promesas, más de las que puedo recordar. Pero cumplieron sólo una. Dijeron que tomarían nuestra tierra y la tomaron”.

—¿Pero vale la pena pelear? ¿No podemos simplemente retirarnos? — dijo mi amigo.

Pensé en muchas cosas por las que vale la pena pelear: la integridad corporal (la mía y la de las personas que amo), mi tierra, las vidas y la dignidad de aquellos que amo. Pensé en la mamá oso que me quiso enfrentar porque creyó que era una amenaza para su bebé oso. Pensé en las mamás yeguas, vacas, perros, gatos, halcones, águilas, pollos, gansos, ratones que me han atacado porque creían que iba a dañar a sus pequeños hijos. Pensé: si una mamá ratón está dispuesta a envestir una criatura ocho mil veces más grande que ella, ¿cuál es nuestro maldito problema?

—¿Qué tal si quieren todo lo que haya en el planeta? El planeta es finito, ¿sabes? Finalmente, no podrás huir. — le respondí.

—Supongo que en algún momento tienes que defenderte. — me respondió, por lo que creo que no era un buen pacifista.

En una entrevista reciente, se le preguntó a Ward Churchill: “¿Qué crees de aquellos dentro de los círculos de oposición que tienen que hacer para lograr el cambio?”.

Tengo un amigo, un ex presidiario, que es muy listo, y dice que los pacifistas dogmáticos son las personas más egoístas que conoce porque ponen su pureza moral—o para ser más precisos, su propia percepción de la pureza moral—por encima de detener la injusticia. Eso es un problema.

Le pregunta es: ¿Qué quieres? Yo sé lo que yo quiero. Quiero vivir en un mundo en el que cada año la población de salmón salvaje aumente con respecto al anterior, un mundo con más aves canoras que el año anterior, un mundo con más bosques antiguos que el año anterior, un mundo con menos dioxina en el seno de todas las madres que el año anterior, un mundo con más tigres salvajes, osos grizzli, simios grandes, marlines y peses espada. Quiero vivir en un planeta habitable.

Y haré lo necesario para llegar a él. He escuchado a Ward responder a esta pregunta también. Lo que quiere es que la cultura dominante se detenga en el asesinato de niños indigenas. Y ha dicho que hará lo necesario para detenerla.

Compartimos la misma lucha.

Ni Ward ni yo estamos discutiendo contra las personas que eligen de manera personal hacer el cambio social a través de medios pacíficos. Necesitamos de todo. Necesitamos personas levantando demandas y necesitamos personas trabajando en los refugios para mujeres víctimas de violencia. Necesitamos personas trabajando en permacultura. Necesitamos educadores. Necesitamos escritores. Necesitamos curadores. Pero también necesitamos guerreros, aquellos que están dispuestos y listos para luchar. Es lo único bueno de que todo esté tan arruinado: no importa hacia a donde veas hay mucho trabajo importante por hacer. De cualquier forma, hay una diferencia entre ser personalmente pacífico y ser un pacifista. El tipo de pacifismo patológico que Ward describe, la “ideología de la acción política no violenta” la cual “se ha vuelto axiomática y universal entre los elementos más progresivos de las corrientes populares norteamericanas”, no es meramente una decisión personal o una tendencia, pero es más bien una obsesión, una monomanía, una religión debilitante o un culto que como otras obsesiones debilitantes no puede cometer herejía. No sólo los pacifistas de este tipo están indispuestos a luchar – la cual es su prerrogativa – pero mucho más dañino aún, no pueden permitir que nadie más considere luchar. Con demasiada frecuencia utilizan todo su poder para silenciar a cualquier que haga una blasfemia al luchar o hablar de defenderse.

Su primera línea de defensa consiste simplemente en callar a su ofensor. Esto me ha pasado muchas veces y si has hablado sobre luchar estoy seguro que también te ha pasado. Los gritos –que parecen realmente cantos –vienen del canon pacifista. Como cualquier otra religión fundamentalista, el pacifismo dogmático tiene sus artículos de fe. Y como muchos artículos de fe, estos no están sujetos al escrutinio. Pero una vez más, como cualquier otra religión fundamentalista, ya sea que los artículos de fe correspondan o no a la realidad física, es un hecho que no les importa en lo más mínimo a ninguno de los auténticos creyentes de la religión, ni a su entusiasmo, ni a su agresividad. Contradice un artículo de fe –destrúyelo a pedazos con retórica—y simplemente lo repetirán una y otra vez como si no hubieras dicho ni una palabra.

Los artículos de fe nos dicen que, por querer luchar, estamos siendo dualistas, separando al mundo entre ellos y nosotros. “Si alguien gana”, dicen ellos, “entonces alguien pierde, pero si todos somos lo suficientemente creativos para encontrar maneras de que todos ganemos”. Dile eso a los marlines, a las salamandras, a los orangutanes. Es fácil hablar de que todos ganemos cuando te ciegas al sufrimiento de aquellos que explotas y de los que permites que sean explotados. Ya existen los ganadores y ya existen los perdedores, y convenientemente un mundo que pierde, en la conversación de que todos deben ganar, es ignorado. Más ignorado aún es que cuando el mundo pierde, todos perdemos. Y también convenientemente ignorado es que no puedes hacer la paz con una cultura que está intentando devorarte. La guerra ha sido declarada desde hace mucho tiempo y es ejecutada contra el mundo. Rehusarse a reconocer esta guerra no significa que no esté pasando.

Nos dicen que el amor lo conquista todo, y que luchar significa que no amas lo suficiente. Si tan solo amáramos a nuestros enemigos lo suficiente, los podemos disuadir con el poder del amor. Nos dicen que el amor implica pacifismo. Pero el amor no implica pacifismo, y creo que las mamás oso me apoyaran en esta afirmación al igual que todas las otras mamás que mencioné más temprano.

Nos dicen que no puedes utilizar las herramientas del amo para desmantelar la casa del amo. No puedo recordar cuantas personas me han dicho esto. Pero sí puedo decirte con una certeza razonable que ninguna de estas personas alguna vez ha leído el ensayo de donde viene esa frase: “Las Herramientas del Amo Nunca Desmantelarán la Casa del Amo”, por Audrey Lorde (quien ciertamente no fue una pacifista). El ensayo no tiene nada que ver con pacifismo, pero con la exclusión de las voces marginadas del discurso que claramente se relaciona con el cambio social. Si algunos de los pacifistas hubieran leído el ensayo, estarían sin duda horrorizados porque razonablemente ella está sugiriendo un acercamiento multivariado a los problemas multivariados que enfrentamos.

Siempre me ha parecido muy claro que los acercamientos no violentos y violentos para el cambio social son complementarios. Nadie de las personas que conozco que apoyan la posibilidad de una resistencia armada a la degradación y explotación de la cultura dominante rechaza la resistencia no violenta. Muchos de nosotros de manera rutinaria participamos en la resistencia no violenta y apoyamos a aquellos para quienes ésta es la única manera de oposición. ¿Quién dice que no podemos usar las herramientas del amo? Seguido encontrarás que son cristianos, budistas o que están adheridos a religiones civilizadas. Generalmente es la gente que desea hacer justicia a través del sufragio o que las decisiones de consumo nos llevarán a la sustentabilidad. Pero las religiones son herramientas utilizadas por los amos al igual que utilizan la violencia. Sucede lo mismo con el voto y con las compras. Si no puedes usar las herramientas del amo entonces, ¿qué herramientas sí podemos utilizar? ¿Qué tal escribir? No, lo siento, pero escribir ha sido una herramienta utilizada por el amo desde hace mucho tiempo. Así que no podemos utilizar eso. Y aquellos en el poder abusan del discurso. ¿Eso quiere decir que son dueños de todo el discurso y que nunca lo podemos usar? Por supuesto que no. También son dueños de la producción industrial de religiones y luego abusan de las religiones. ¿Eso significa que son dueños de toda la religión y que nunca la podemos utilizar? Por supuesto que no. Son dueños de la producción industrial de violencia y abusan de la violencia. ¿Eso significa que son dueños de toda la violencia y que nunca la podemos emplear? Por supuesto que no. Pero tengo otro problema con la afirmación de que las herramientas del amo nunca desmantelarán la casa del amo y es que es una pésima metáfora. Simplemente no funciona. La primera y más importante condición para que una metáfora funcione es que tiene que hacer sentido en el mundo real. Y esta no lo hace. Puedes utilizar un martillo para construir una casa y puedes usar el mismo martillo para derivarla. No importa de quien sea el martillo. Hay otros problemas con el empleo de los pacifistas de esta frase. Uno es la idea pacifista que la fuerza sólo está en el dominio de aquellos en el poder. Ciertamente es verdad que los amos usan la herramienta de la violencia, pero no son su dueño. Aquellos en el poder nos han convencido con eficacia que son dueños de la tierra, que equivale decir que nos han convencido de que renunciemos a nuestro derecho inalienable a la tierra que nos da nuestro sustento. Nos han convencido con eficacia que sólo ellos deciden lo que es un conflicto. Las herramientas del amo no existen. Hay una persona que cree que es un amo. Hay una casa que él dice que le pertenece. También existen unas herramientas. Y existen aquellos que todavía creen que él es el amo.

Pero existen aquellas personas que no caen en su ilusión. Estamos nosotros que vemos a un hombre, una casa y unas herramientas. Nada más nada menos. Los pacifistas repiten sin cansancio que es mucho más fácil hacer la guerra que hacer la paz. Las primeras veinte veces que les escuché decir eso no les entendí nada: que la guerra o la paz sean difíciles es irrelevante. Es más fácil atrapar una mosca con tu mano que con la boca, pero no significa que de alguna manera es mejor o más moral hacerlo con la boca. Es más fácil derribar una represa con un mazo que con un mondadientes, pero hacerlo con un mondadientes no me hará una persona mejor. La dificultad de una acción es independiente de su calidad o su moralidad. Si lo que quieren decir es que la creatividad muchas veces puede hacer innecesaria la violencia, desearía que así lo dijeran. No tendría problemas con eso siempre y cuando se enfatizara la parte de muchas veces.

Otro elemento del canon es la frase de Gandhi: “Queremos libertad para nuestro país, pero no a expensas de otros o su explotación”. También me han metido esta frase al fondo de la garganta más veces de las que quisiera considerar, muchas veces parafraseada como: “Dices que en esta lucha por el planeta quieres ganar, pero si alguien gana, ¿no significará que alguien debe perder, y no sería lo mismo que perpetuar la misma mentalidad de dominación?”. Y siempre me ha parecido que es intelectualmente deshonesto al igual que una argumentación pobre. Un hombre intenta violar a una mujer. Ella escapa. Su libertad ha venido a expensas de su violador: él no la violó. ¿Acaso significa que ella lo explotó? Por supuesto que no. Se define como una verdad: los derechos a la defensa les ganan a los derechos de la ofensa. Mi derecho a la libertad siempre le gana a tu derecho de explotarme. El derecho del salmón (y de los ríos) para sobrevivir viene a expensas de aquellos que obtienen ganancias de las represas. El derecho de los bosques antiguos de secoyas, estará a expensas de la cuenta bancaria de Charles Hurwitz. El derecho del mundo a sobrevivir el calentamiento global vendrá a expensas de aquellos que sus estilos de vida dependen de la quema del petróleo. Es un pensamiento mágico creer que será de otra manera. Los pacifistas suelen decir que los fines no justifican los medios. Es un argumento de valor disfrazado como una declaración moral. Una persona que dice que los fines no justifican los medios simplemente dice: valoro más el proceso que el resultado. Alguien que dice que los fines sí justifican los medios dice: valoro más el resultado que el proceso. Visto de esta manera, es absurdo hacer declaraciones absolutas sobre ello. Hay algunos fines que justifican los medios y hay algunos que fines que no. De igual manera significa que los medios pueden ser justificados por algunas personas para algunos fines y no justificados por otras (Por ejemplo, yo mataría a alguien que intentara matar a aquellas personas que amo y no mataría a alguien que se me metiera en el carril de la carretera). Es mi gozo, responsabilidad y honor como un ser sensible hacer esas distinciones y me da lástima que haya personas que no se consideran los suficientemente valiosas y capaces de hacerlas por sí mismos y que se basan en slogans para guiar sus acciones.

Los pacifistas dicen que la violencia sólo produce violencia. Eso es decididamente falso. La violencia puede producir muchas cosas. La violencia puede generar sumisión, como cuando un amo golpea a un esclavo (algunos esclavos eventualmente lucharán, en cuyo caso su violencia generará más violencia, pero algunos esclavos se someterán por el resto de sus vidas como hemos visto; y algunos crearán una religión o espiritualidad que transforme en una virtud su sumisión, como también lo hemos podido ver; algunos escribirán y otros repetirán que su libertad no debe llegar a expensas de otros, algunos hablarán de la necesidad de amar a sus opresores; y algunos dirán que los más dóciles heredarán la tierra). La violencia puede producir riquezas materiales, como cuando un ladrón o un capitalista (si es que podemos hacer alguna diferencia) roba a otra persona. La violencia produce violencia, como cuando alguien ataca a alguien que lucha. La violencia puede producir un alto a la violencia, como cuando alguien lucha o mata a un agresor (es absurdo además de insultante decir que una mujer que mata a un violador está provocando más violencia).

Los pacifistas nos dicen, “Debemos ser el cambio que queremos ver”. Esta declaración sin ningún significado demuestra el narcisismo y pensamiento mágico que se puede esperar de los pacifistas dogmáticos. Me puedo cambiar a mí mismo todo lo que quiera, pero si las represas permanecen de pie, el salmón aún morirá. Si el calentamiento global continúa su paso, las aves morirán de hambre. Si los desechos industriales persisten, los océanos sufrirán. Si la ganadería industrial contamina, las zonas muertas en los océanos crecerán. Si los experimentos sobre animales permanecen, los animales serán torturados. Dicen que si usamos violencia contra los explotadores te transformas en uno de ellos. Este cliché aparece otra vez y es absurdo sin relación al mundo real. Se basa en la noción de que toda la violencia es igual. Es obsceno sugerir que una mujer que mata a un hombre que intenta violarla se transforma en algo similar al violador. Es obsceno sugerir que luchar como Tecumesh es actuar como las personas que le robaron a su pueblo sus tierras. Es obsceno sugerir que los judíos que lucharon contra sus exterminadores en Auschwitz/Birkenau, Treblinka y Sobibor se transforman en Nazis. Es obsceno sugerir que un tigre que mata a un humano en un zoológico se vuelve en alguien igual a uno de sus captores. Los pacifistas dicen que la violencia nunca logra nada. Este argumento, más que cualquiera de los otros, revela lo desesperado y arrogante que son los pacifistas dogmáticos fuera de la realidad física, emocional o espiritual. Si la violencia no logra nada, ¿cómo es que estas personas creen que la conquista de la civilización al Norte y Sur de América y África, y antes que ellos Europa y el Medio Oriente y desde entonces el resto del mundo logró suceder? Los indígenas no entregaron sus territorios porque enfrentaron una cultura que reconocieron era mejor y que eran mejores las personas que la expandían. La tierra fue, y permanece, tomada y las personas fueron (y continúan siendo) masacradas, aterrorizadas y golpeadas hasta la sumisión. Las decenas de millones de africanos asesinados en el comercio de esclavos estarían sorprendidos de aprender que su esclavitud no resultó por efecto de la expansión de la violencia. Lo mismo sucede con las miles de mujeres quemadas por brujería en Europa. Lo mismo es cierto para las palomas migratorias masacradas en servicio del sistema económico. Los millones de prisioneros atrapados en gulags aquí en los EU y en el resto del mundo estarían impresionados por descubrir que pueden marcharse en cualquier momento que quieran, que de hecho no están siendo retenidos ahí por la fuerza. ¿Acaso los pacifistas que dicen esto realmente creen que las personas alrededor del mundo entregan sus recursos a los ricos porque disfrutan de ser empobrecidos, que disfrutan ver sus tierras y sus vidas robadas—disculpa no quise decir robas pero “que fueron ofrecidas con gracia como regalos a aquellos que evidentemente lo merecen más”? ¿Creen que las mujeres se someten a ser violadas porque les gusta y no porque son amenazadas con violencia?

Una razón por la que la violencia es empleada tan a menudo por aquellos en el poder es porque funciona. Funciona aterradoramente bien. Y puede funcionar para la liberación al igual que para el sometimiento. Decir que la violencia no logra nada nunca no sólo degrada el sufrimiento de aquellos dañados por la violencia, pero también devalúa los triunfos de aquellos que han luchado en su camino para salir de situaciones de explotación o abuso. Y ha habido muchas luchas armadas para la liberación que por periodos cortos o largos han tenido éxito. Para poder mantener sus fantasías, los pacifistas dogmáticos deben ignorar la eficiencia tanto dañina como benéfica de la violencia. Cuando repetir su canon sin fin (a gritos) no logra callar a aquellos con la temeridad suficiente para sugerir la lucha en contra de la opresión, la siguiente jugada de los pacifistas es declarar en territorio moral el rehusarse a hacerlo—lo cual lograría nuestra servidumbre—que de alguna manera es más merecedor o más digno de admiración y emulación (y me pregunto ¿quién se ve beneficiado por ello?) que actuar de manera efectiva a través de cualquier medio necesario para desmantelar o destruir la opresión.

Cuando eso no funciona, la siguiente táctica resulta en ignorar todas las partes de tu análisis y repetir sin fin versiones distorsionadas de las partes que les parecieron más censurables. Escribí un libro de 891 páginas llamado Endgame, que es un análisis profundo del hecho de que la cultura dominante es inherentemente insostenible —está matando al planeta—y está basado en el constante uso de violencia. Pregunto, ¿qué vamos a hacer al respecto? Las reseñas se dividen en dos grupos marcados: los no-pacifistas aman en su mayor parte el libro, y los pacifistas lo odian. He considerado publicar otra versión de Endgame llamada “Endgame para Pacifistas”. Consistirá en 890 páginas en blanco con una página en el medio que contenga el texto: “A veces está bien defenderse”. Porque al parecer esas son las únicas palabras que han logrado leer: sus verdaderas creencias los han cegado a todo lo demás en el libro.

Cuando distorsionar un mensaje no funciona, el siguiente paso es a menudo desacreditar a los blasfemadores, llamarlos terroristas; personas que han perdido la compasión; personas que actúan con enojo, que son provocadores; personas que de ninguna manera son mejores que aquellos a quienes atacan. Los pacifistas a menudo dicen cualquier cosa para no reconocer que algunas personas tienen la necesidad de defenderse y luchar.

Cuando los insultos no funcionan, los pacifistas intentan silenciarte de otras maneras. Dado que esto es una introducción al libro de Ward Churchill, no creo que necesito dar los detalles de los efectos que la militancia de Ward ha tenido en su carrera. Y no toda la oposición a sus posturas han venido de aquellos agentes en el poder. Algunos han venido de pacifistas, de aquellos que al menos ostensiblemente serían sus aliados en la lucha, pero quienes también han actuado como aquellos agentes en el poder. Toda esta mentalidad cerrada—esta intolerancia por otras tácticas que no sean las suyas”—es dañino de muchas maneras (en su reseña de Endgame, un pacifista escribió “denme a Gandhi o denme la muerte). Primero, reduce la posibilidad de desarrollar una sinergia efectiva entre distintas formas de resistencia. Segundo, crea la ilusión de que nosotros realmente estamos logrando algo mientras el mundo continúa siendo destruido. Tercero, desperdicia tiempo valioso que no tenemos. Cuarto, ayuda de manera positiva a aquellos en el poder.

Ward Churchill lo describió bien: “No existe una campaña de peticiones que uno pueda construir que vaya a causar que el poder y status quo se disipe. No existe una acción legal que puedas tomar; no puedes ir a la corte del conquistador y tener al propio conquistador anunciar la ilegitimidad de la conquista y que luego la revoque; uno no puede votar por una alternativa, uno no puede mantener una vigilia orando, uno no puede quemar los cirios adecuados en la vigilia de oraciones, no puedes componer la canción folclórica adecuada, no puedes hacer declaraciones a través de la moda, no puedes adoptar una dieta diferente, construir una ciclopista mejor. Tienes que decirlo como es: el hecho de que este poder, esta fuerza, esta entidad, esta monstruosidad llamada el estado se mantiene a si misma a través de la fuerza física y sólo puede ser enfrentada en los términos que emplea, que son los únicos que entiende”.

“No será un proceso sin dolor, pero escucha la noticia: no es un proceso que actualmente no sea doloroso. Si uno siente una relativa ausencia de dolor, es sólo el testimonio de tu posición de privilegio dentro de la estructura del Estado. Aquellos que están en el lado receptor, ya sea que están en Iraq, que estén en Palestina, que estén en Haití, que estén en las reservas indoamericanas en los Estados Unidos, ya sea que están en el flujo de inmigrantes o en los interiores de la ciudad, aquellos que están marcados por la “otredad” y que tienen piel no blanca, generalmente pobres, saben la diferencia entre la ausencia de dolor por consentimiento por un lado y la ausencia de dolor causada por mantener el orden prevaleciente por el otro lado. En última instancia, no hay alternativa que haya encontrado en sí misma en la reforma, sólo hay una alternativa en sí misma —no en la provocadora palabra “revolución”— pero en la devolución, que quiere decir el desmantelamiento del Imperio desde adentro hacia afuera.

Estoy muy enojado que he pasado tanto tiempo en los últimos años desarmando los argumentos de los pacifistas que no hacen ningún sentido de cualquier manera. Estoy enojado que he escrito tanto libros demostrando conclusiones que deberían ser por sí mismas muy obvias. Hecho: esta cultura está matando al planeta. Hecho: esta cultura está basada en violencia. Hecho: esta cultura es sociopatológica. Hecho: esta cultura entera requiere que la desconexión entre individuos y en particular de nuestro territorio de sustento (suelo, ríos, océanos que nos dan la vida). Hecho: esta cultura entera nos inculca la irresponsabilidad y no sobreviviría si ganáramos un gramo de responsabilidad.

Hace algún tiempo recibí este correo de un amigo: “Hay tantas personas que tienen miedo de tomar decisiones y tomar responsabilidad. Los niños son entrenados y a los adultos se les alienta a no tomar decisiones y no hacerse responsables. O para ser más precisos, se les entrena para tomar decisiones falsas. Cuando pienso en nuestra cultura y todos los horrores que perpetúa y que permitimos que sucedan, y cuando considero nuestra respuesta típica al enfrentar decisiones difíciles, me parece claro que todo en esta cultura nos lleva a “elegir” entre decisiones rígidas, controladas, respuestas que muestran la carencia de fluidez, decisión real y responsabilidad personal para esas decisiones y sus resultados; siempre, cada vez que tenemos que elegir.

Un pacifista elimina las opciones y responsabilidades al calificar grandes franjas de posibilidades afuera del alcance para su discusión y acción. “Vez lo puro que soy por no tomar decisiones erróneas?” se dicen a sí mismos, cuando en la realidad no enfrentan nada. Pero por supuesto que están tomando decisiones. Decidir por la inacción —o por acciones inefectivas— en la cara de la explotación o abuso es tan impura como la más impura que uno pueda conceptualizar. Pero estas acciones ineficientes pueden proporcionar la ilusión de efectividad: no importa lo que pueda decirse del pacifismo, incluso con los gigantescos problemas que enfrentamos, el pacifismo y otro tipo de respuestas que no amenazan el status quo equivalente al de un campo de concentración, son ciertamente alcanzables. Eso es algo que supongo. Esto me recuerda a las personas que van a terapia para crear la ilusión que están haciendo algo, en lugar de los pocos que en verdad trabajan para enfrentar sus miedos y patrones de conducta tomando un rol activo en su transformación.

“El pacifismo es una mímica tóxica del amor, ¿no lo crees? Porque en realidad no tiene nada que ver con amar a otro. ¿Se podría decir que las mímicas tóxicas son tóxicas en parte porque ignoran la responsabilidad, ignoran las relaciones, ignoran su presencia y substituyen el control por fluidez en las decisiones? Las mímicas tóxicas son por supuesto productos y causas de demencia, ¿podría decirse que una falta de responsabilidad, capacidad de relacionarse y la presencia de decisiones substituidas a favor de la fluidez de decisión y control son causas y productos de la demencia?

Este es un libro necesario, un libro que se hace más necesario con cada día que pasa. Léelo. Cuando termines haz algo al respecto.

Filed in Español
No Responses — Written on January 1st — Filed in Español

Comments are closed.